En estos años de búsqueda espiritual he descubierto que, lejos de alimentar poderes, yo me hago cada vez más pequeña, más humana. Abrazo mi humanidad y con ella, acepto mis limitaciones. Y las tuyas. Y las de mis hijos. Acepto el hecho de no saber. He dejado de pretender la perfección  y descanso en la idea de la inocencia. Considero más bien que somos un misterio jubiloso lanzado al paraíso. Estamos aquí para danzar y cantar y unir nuestras voces al coro. Educación Integral para madres y padres es mi manera de hacerlo. La forma de entregar mi voz y mi visión al mundo.

 

Llevar esto a la educación de mis hijos, es abrir un espacio de libertad y alegría, paz e inteligencia frente a las dificultades de la vida cotidiana. Tanto si consideras hacer este curso, como si no, quiero despedirme con una pregunta: “Si solo pudieras vivir un año más, ¿En qué ocuparías tu tiempo?”

 

Un abrazo.